HELOMAS (“callos”): qué son y cómo se tratan

Si de algo hemos oído hablar en lo que a patologías del pie se refiere, es de los “callos” o, como se denominan técnicamente, helomas. Esta afección es de las más frecuentes en los pies y puede llegar a ocasionar cuadros importantes con dolor muy incapacitante, ulceración y/o infección.

Lo primero que hay que tener claro es que se forman por un crecimiento anormal de la piel en zonas que están sometidas a una presión excesiva o a la fricción o roce por contacto con alguna superficie. Esto da lugar a una producción anormalmente rápida de la piel, formándose tejido hiperqueratósico (durezas y/o callos), lo que puede llegar a causar dolor por inflamación e irritación de las terminaciones nerviosas. 

No existe, por tanto, ninguna “raíz” que se pueda extraer para que el heloma no se vuelva a formar, siendo esta una idea errónea ampliamente extendida entre la población general e incluso entre muchos sanitarios que no son podólogos/as. El tratamiento correcto de esta afección debe estar dirigido a disminuir el roce y la presión sobre la piel, como se explica más adelante.

Esta afección se presenta de diferentes formas en función de la localización que tiene en el pie.

CARACTERÍSTICAS DE LOS HELOMAS

  1. Causan dolor en la zona, pudiendo llegar a provocar cojera y dificultad para caminar.
  2. Están formados por células muertas de la piel.
  3. Presentan una forma redonda, normalmente con bordes bien definidos y una capa superficial que la recubre.
  4. El núcleo puede llegar a tener varios milímetros de profundidad y presenta un color oscuro.En su superficie podemos observar tonos amarillentos.

CAUSAS

  1. La forma en que distribuimos el peso de nuestro cuerpo y apoyamos el pie para pisar influye en la aparición de esta patología, que se produce por hacerlo de forma incorrecta. Ante ello, lo más recomendable es acudir al podólogo/a para que valore la salud de nuestros pies a través de un estudio biomecánico de la marcha individual.
  2. El uso de calzado de puntera estrecha y poco flexible hace que aumente la presión y el roce en los dedos y, por tanto, pueden producirse helomas. 
  3. Padecer otras patologías tales como hallux valgus, deformidades digitales en garra o en martillo, etc.

TIPOS DE HELOMAS

Este tipo de lesión cutánea puede clasificarse según la localización que tienen en el pie y el roce o presión que se origina:

  1. El heloma plantar, el más conocido, lo encontramos en la planta de nuestro pie, provocando un dolor cuando caminamos o cuando se roza con otra superficie o material. Se debe a un apoyo incorrecto cuando pisamos. Popularmente recibe el nombre de “clavo plantar” por la sensación que se siente de pisar un clavo al andar. Se reconocen por sus bordes bien definidos y la acumulación de queratina, lo que provoca el color amarillento.
  2. El heloma interdigital, popularmente conocido como “ojo de gallo”, se corresponde a aquel heloma que se forma por el roce y/o la presión que generan los huesos de los dedos en la piel de las caras laterales de los mismos, sobre todo entre el cuarto y el quinto dedos. Este suele originarse por la presión excesiva que ejerce el calzado sobre el propio pie, por la presencia de picos óseos en las articulaciones de los dedos, o bien por que estas son muy voluminosas, como en la artrosis.
  3. El heloma dorsal es aquel que encontraríamos por encima del dedo, y este nace por el continuo rozamiento del calzado sobre la piel del dedo, que suele oprimirlo. Es muy común en el quinto dedo (meñique) y en el segundo. Se da por el uso de un calzado muy estrecho para el pie, ya sea por una mala selección del mismo o por la existencia de alguna deformidad como dedos en garra o en martillo o la presencia de picos óseos en las articulaciones.
  4. El heloma de fondo de saco podemos localizarlo en el hueco que existe en el espacio que hay entre cada dedo. Es la parte blanda que une los dedos del pie, por lo que puede llegar a acarrear un dolor irritante. Entre el 4º y 5º dedo es el lugar donde aparecen con mayor frecuencia.

PREVENCIÓN

Como consejo principal para prevenir este tipo de dolencia hay que realizar una selección correcta del calzado, para que se adecue lo más posible a la anatomía y función particulares de nuestros pies, así como al uso que tengan destinado. Hay que estudiar lo confortable que resulta el calzado al pie y que cuente una horma ancha para que no sufra presión interna. 

No es recomendable que la punta de nuestro pie esté apretada, pues de lo contrario se favorece el rozamiento de los dedos con los materiales del calzado y del calcetín (este, ha de ponerse bien recto y ha de ser de algodón para que transpire la piel).

También es destacable la correcta hidratación de nuestros pies mediante el uso de una crema y/o pomada que estimule la regeneración y relajación de los mismos y que disminuya la fricción. Asimismo, no podemos olvidarnos de la adecuación de nuestra higiene con el fin de precaverse de infecciones cutáneas o ungueales (sin dejar atrás nunca secar correctamente nuestros pies). 

TRATAMIENTO

Ante todo, hay que tener claro que es recomendable acudir al podólogo/a para que un profesional valore la salud de nuestros pies y nos aconseje y/o diagnostique cualquier tipo de afección ya que cuanto más evolucione una patología más complicada será de tratar.

Las terapias más comunes para esta dolencia son:

  1. Quiropodias periódicas, que consiste, en eliminar mediante bisturí la hiperqueratosis (“dureza”) que recubre el heloma, es decir, la capa más superficial de la piel que está formada por células muertas, por lo que no es un proceso doloroso. Una vez hecho esto, el podólogo/a debe retirar de la capa más profunda: el núcleo del heloma. Este proceso hay que repetirlo periódicamente, una vez que la capa córnea se ha vuelto a formar. La frecuencia más común para acudir al podólogo/a por esta patología varía entre uno y seis meses, dependiendo de factores individuales.  Es fundamental destacar la importancia de que sea un podólogo/a el que realice este proceso, ya que la incorrecta manipulación de los helomas, puede empeorar la patología. Es demasiado habitual que a la consulta de podología lleguen cuadros de difícil resolución debido a la manipulación, ya sea puntual o prolongada en el tiempo, por parte de personal no sanitario o incluso sanitarios de otras especialidades que no tienen la formación adecuada para el tratamiento de estas patologías que, erróneamente, se consideran de poca importancia. Si bien, en un principio los síntomas son, en general, leves, sin una correcta prevención y tratamiento llegan a ocasionar, en muchos casos, auténticos problemas para calzarse y caminar con normalidad, con el deterioro que esto supone para la salud general.
  2. Plantillas a medida, prescritas por el podólogo/a a partir del estudio biomecánico de la pisada, que determinará en qué zonas sufre mayor presión el pie del paciente. Se trata de un tratamiento encaminado a compensar este tipo de presiones con el fin de prevenir la formación de la hiperqueratosis.
  3. Calzadoterapia: una correcta selección de calzado, dependiendo de la morfología, afecciones del pie del paciente y del uso previsto es fundamental para mejorar la patología. Si la patología está muy avanzada el podólogo prescribirá calzado específico, como el ortopédico con pala elástica, hormas anchas, etc
  4. Protectores de silicona a medida: los confecciona el podólogo/a para recogiendo la morfología exacta de los dedos para disminuir las presiones excesivas y los roces en los mismos. En general, las ortesis a medida, para proteger los dedos son preferibles a los protectores estándar de venta en farmacia u ortopedia, pero estos también pueden ser útiles en algunos casos.
  5. La cirugía podológica se reserva para los casos en los que los tratamientos anteriores no obtienen el resultado deseado y para las personas que prefieren una solución definitiva, sin tener que depender de productos ortopédicos y visitas periódicas frecuentes al podólogo/a. Las técnicas de cirugía podológica para la resolución de estas afecciones son muy numerosas y van encaminadas a resolver la alteración morfológica o biomecánica (pej: dedos en garra, juanetes…) que produce el problema. Mediante las técnicas quirúrgicas podológicas actuales, se consiguen muy buenos resultados, con un postoperatorio breve e indoloro, si bien, cuanto más evolucionada esté la patología, el proceso quirúrgico también lo será, por lo que, al contrario de lo que se pensaba anteriormente, es preferible no dejar evolucionar demasiado la patología.

En definitiva, y dado los problemas de salud que pueden provocar los helomas, es importante recordar la importancia de acudir con regularidad al podólogo/a para valorar periódicamente el estado de nuestros pies.