Jesús Calleja Sanz: “Hay que hacerles comprender a nuestros compañeros recién graduados que la imagen de la profesión no mejora con los 2×1”

El pasado 6 de junio, el Colexio Oficial de Podólogos de Galicia festejó su vigésimo quinto aniversario con un acto conmemorativo al que asistieron más de un centenar de invitados. En el marco de esta celebración, el COPOGA entregó las insignias de la institución a los colegiados y colegiadas que cuentan con más de 25 años de ejercicio profesional, como homenaje por abrir camino en el desempeño de la profesión y por su dedicación a la salud y bienestar de los pacientes.

Con motivo de este reconocimiento, hemos querido repasar la trayectoria profesional como podólogo de uno de los homenajeados en el 25 aniversario del COPOGA, Jesús Calleja Sanz, que abrió su clínica en Carballo en el año 1997.

¿Cómo descubrió que quería dedicarse a la podología?

Tenía claro que quería dedicarme a una profesión sociosanitaria pero no sabía exactamente a qué rama. La podología surgió como alternativa, después de haber hecho Anatomía Patológica. Me enganchó sobremanera y aquí sigo.

¿Cómo fueron sus inicios en la profesión tras acabar la carrera?

Complicados, incluso durante la carrera. Habían abierto una escuela extraordinaria en la Complutense, en Madrid, pero no había dispensario, es decir, no tenían dinero suficiente para material fungible, con lo cual las prácticas eran sumamente reducidas y los pacientes siempre los mismos: los funcionarios que trabajaban en la universidad. Entonces, teníamos que buscarnos la vida.

Mis inicios en la profesión empezaron cuando aún era estudiante, en clínicas de compañeros que nos abrían las puertas porque sabían que no teníamos las prácticas adecuadas. También trabajaba en un dispensario en San Bernardo, que estaba gestionado por unas monjas. Allí podíamos atender a personas que tenían pocos recursos y que nos daban la voluntad. Si te daban 500 pesetas, eras capitán general.

Después, cuando abrí la clínica en Carballo, tampoco fue fácil. Había venido desde muy lejos y tenía que pagar la inversión hecha en la clínica. Además, estoy en una plaza algo complicada. Tuve la suerte de que mi primera paciente, que vino el mismo día que abrí, era la hermana del propietario de una farmacia muy conocida en Carballo. Se quedó muy contenta y me ayudó muchísimo. Gracias al boca a boca fueron llegando más pacientes. La verdad que el comienzo fue difícil.

¿Desde qué año ejerce como podólogo?

Cuando empecé a trabajar no había ni terminado la carrera. Hoy en día eso es algo impensable. Nosotros tuvimos que buscarnos la vida si queríamos dedicarnos a esto. Yo descubrí que me gustaba y si no me podían formar de forma práctica en la universidad, tendría que buscarme la vida. Mi promoción empezó en el año 1993 y en 1994 ya estaba trabajando. Después, en el 1996, en cuanto acabé los estudios, empecé a ejercer, primero en Madrid y luego en Galicia. La clínica la abrí en 1997.

¿Cuáles son los principales cambios que ha sufrido la profesión desde que comenzó a ejercerla?

En 25 años la profesión ha cambiado totalmente. En primer lugar, ha cambiado la mentalidad de los pacientes, que ya no van al callista, sino que van al podólogo. Esto forma parte de la docencia que muchos profesionales llevamos haciendo desde que empezamos, porque con las primeras personas con las que tenemos que hacer docencia es con nuestros pacientes. Hay que enseñarles que si tienen una dureza es por algo, que no es algo que salga porque sí.

En los inicios, los podólogos se dedicaban a solucionar las consecuencias del problema en vez de atajarlo de raíz. Empezaba a haber algunos podólogos que buscaban el origen de los problemas, pero eran los menos, la inmensa mayoría hacían lo otro. Afortunadamente, hoy en día eso ha cambiado por completo. Para encontrar lo que ocasiona la dolencia tienes que tener una buena formación y conocer técnicas avanzadas.

Ese es el gran cambio que ha habido en la podología y el que aún queda por haber. El callista al uso se tendría que extinguir. No se puede ir a la clínica sólo a quitarte un callo o una dureza que te genera un zapato. Si te están saliendo una serie de durezas en la planta del pie hay que solucionar el problema de origen, es decir, lo que genera esas durezas. Tenemos que hacerlo todos, no sólo la mayoría. Eso es lo que va a marcar la diferencia en la profesión.

¿Han evolucionado mucho las técnicas empleadas en los tratamientos podológicos desde que comenzó en la profesión?

El mundo de la informática ha evolucionado. Desde que empecé me he visto influido por esas nuevas técnicas, que de aquellas eran pioneras. Por ejemplo, las plataformas de ahora no tienen nada que ver con las que había antes. Me acuerdo de la primera que utilicé cuando llegué aquí, una de las primeras que había en Galicia, que era un programa que no tenía absolutamente nada que ver con lo que trabajamos hoy en día. Este tipo de medios han cambiado tremendamente.

En el ámbito quirúrgico, por desgracia, la mayoría de las intervenciones se basan en transformar o cambiar los problemas que dan otras técnicas. Cuando para una misma patología tenemos más de 50 técnicas quirúrgicas diferentes significa que algo no funciona bien. En este sentido, hemos ido mejorando, pero no lo suficiente. Aún queda mucho campo de investigación y de acción para seguir avanzando. Desde que empecé han aparecido numerosas técnicas quirúrgicas, pero son avances que han ido surgiendo en la cirugía en general, no en la podología en particular. Obviamente los hemos adaptado y los hemos hecho nuestros, porque si tienes medios es para utilizarlos, pero no veo que esto sea algo tan trascendente como el avance que ha sufrido la podología como profesión.

¿Ha aumentado considerablemente la cantidad de especialistas podólogos desde sus inicios?

Desde luego. Cuando llegué a Carballo el único podólogo que había era Joaquín Caamaño, que ya está jubilado. A día de hoy, ya sólo en Carballo no sé cuántos hay, pero es que los alrededores están plagados de podólogos. Cuando empecé tenía pacientes de Finisterre o de Cee que venían hasta Carballo. En Arteixo, por ejemplo, sólo había un podólogo. Afortunadamente, ahora hay muchísimos compañeros. Tiene que haberlos. Si yo después de 25 años, con todos esos compañeros que han abierto sus clínicas, sigo funcionando, es que hay cabida para todos.

¿Ha notado un incremento del número de pacientes que deciden acudir a la consulta del podólogo desde que comenzó a ejercer la profesión hasta la actualidad?

Totalmente. Cada vez más pacientes van al podólogo y hay una mayor demanda social de este profesional. Esto también se debe a que nuestros compañeros de otras especialidades están derivando directamente a los pacientes a la consulta del podólogo. No es lo mismo el resultado de las plantillas que te hacía el ortopeda que las que te hace el podólogo. Los resultados son totalmente diferentes. Nosotros tenemos conocimientos de biomecánica y sabemos lo que le estamos haciendo al paciente porque previamente le hemos hecho un buen estudio.

¿Cree que la visibilidad de la podología y su valoración por parte de la sociedad han mejorado en los últimos años?

Claro, por supuesto. En parte gracias a todo lo que he dicho anteriormente, en especial al aumento del conocimiento sobre la profesión.

¿Cuál es el principal reto al que se enfrenta la profesión en la actualidad?

El principal reto que tiene ahora mismo la profesión es ser reconocida en el Sistema Nacional de Salud. Un reto fundamental que en algunas comunidades ya se ha logrado. Es obvio que implantar una especialidad presenta unos costes elevados, pero lo que tenemos que tener en cuenta es que la podología va a generar unos ahorros infinitamente superiores a los costes que ocasiona.

Para terminar, ¿qué consejo le daría a aquellos jóvenes que están estudiando la carrera de Podología, o iniciándose en la profesión, para desarrollar una carrera exitosa?

A mí me ha ido bien siendo honesto. Pienso que uno tiene que conocer sus límites y hacer lo que sabe, y si no sabe, mandar a quien lo sepa hacer. Hay que ser honesto en esta vida y cuando hagas las cosas, hacerlas pensando que lo que estás haciendo es lo mejor para el paciente. Obviamente, te puedes equivocar, pero si te has equivocado pensando que lo que estabas haciendo era lo correcto y lo mejor para esa persona, ya está. Ahora bien, si tienes dudas de que sea lo mejor para esa persona y piensas que hay otro que lo sabe hacer mejor que tú, derívalo. Dedícate a lo que sabes hacer realmente bien.

De cara a montar una clínica, si no tienes otra salida profesional, no te queda más remedio. En ese caso, lo que tienes que hacer son estudios de mercado. Si estás en un municipio pequeño donde hay 30 podólogos, igual no hay capacidad para 35. Lo que hay que hacer son valoraciones de dónde compensa abrir una clínica o no, porque a ti te toca empezar y no se puede empezar con operaciones bikini. No puedes empezar ofreciendo el mismo servicio que otra clínica pero mucho más barato. Hay que hacerles comprender a nuestros compañeros recién graduados que tienen que valorar su trabajo y su propia profesionalidad. La imagen de la profesión no mejora con los 2×1.

En esta profesión aún quedan muchas cosas buenas por venir, mucho que ofrecer y mucho que educar. Hay que educar en salud a la ciudadanía. Igual que se educa en salud en general, tenemos que educar a nuestros pacientes en salud podológica, no sólo formarnos nosotros como profesionales, que obviamente es estrictamente necesario para poder ofrecer los servicios adecuados para el paciente.

*El Colexio Oficial de Podólogos de Galicia no se responsabiliza de la opinión de los entrevistados.