Qué es el pie diabético y cómo podemos prevenirlo

Qué es el pie diabético

La diabetes es una enfermedad que padecen las personas que tienen una cantidad de glucosa (azúcar) en sangre elevada porque el organismo no la procesa correctamente. Se puede deber a que el páncreas no produce insulina, la hormona que permite que el azúcar entre en las células, o a que esta no puede cumplir su función adecuadamente.

En las últimas décadas las autoridades sanitarias de todo el mundo han detectado la importancia de  la prevención de esta enfermedad y de sus consecuencias, ya que constituye una epidemia silenciosa que afecta a un gran porcentaje de la población. En España se calcula que su prevalencia alcanza al 13% de la población mayor de 18 años y va en aumento.

La diabetes, si no se maneja adecuadamente, puede tener consecuencias graves, pudiendo llegar a causar ceguera y fallo renal, entre otras. En el caso de los pies, la importancia en la prevención se debe a que la diabetes es la primera causa de amputación no traumática (sin ser debido a un accidente) en los miembros inferiores. Así pues, se reconoce la importancia de la prevención podológica temprana, ya que a partir de los 10 años desde que se instaura la diabetes, el riesgo de complicaciones importantes en el pie aumenta considerablemente. Hay que recalcar, ya que es un error común, que no importa si el tratamiento del paciente es con pastillas o con inyecciones de insulina, la prevención es fundamental en ambos casos y el podólogo debe pautar un seguimiento del paciente adecuado a su estado de riesgo.

Con el paso del tiempo, la diabetes puede afectar a la circulación de la sangre y al sistema nervioso produciendo lo que se conoce como pie diabético.

La afectación del sistema nervioso (neuropatía periférica) puede causar en los pies dolor, hormigueo, sensación de “acorchamiento” o pérdida de sensibilidad. Esto hace que se pierda la capacidad de sentir daño en el pie y por tanto que podamos reaccionar de manera adecuada ante este estímulo, empeorando la situación. Por ejemplo, nos puede impedir detectar objetos o piedritas que se encuentren dentro de nuestro calzado y que pueden causar lesiones como cortaduras o llagas que pueden infectarse y llegar a causar úlceras, ya que la propia herida tampoco se percibe y por tanto no se trata. La falta de sensibilidad también puede ocasionar que el pie no sea capaz de repartir bien el peso del cuerpo produciéndose queratopatías en la planta (callos y durezas) que con el tiempo pueden complicarse llegando a formar úlceras. La afectación de la circulación de la sangre (enfermedad vascular periférica) implica que los pies no recibirán suficiente sangre, por lo que a los tejidos no llega oxígeno ni nutrientes de manera adecuada, lo que hará más difícil recuperarse de heridas e infecciones. En casos muy graves, cuando se produce gangrena o las úlceras no mejoran con los tratamientos médicos o quirúrgicos, puede ser necesario llegar a la  amputación del dedo del pie o de parte de la pierna.

Prevención del pie diabético

Para prevenir y/o tratar el pie diabético es muy importante ponernos en manos de un podólogo de forma temprana.

Este valorará el estado de riesgo del pie para instaurar el tratamiento necesario, así como la pauta de seguimiento adecuada. Pare ello el podólogo valorará el estado de la circulación de pies y dedos, la sensibilidad, la presencia de deformaciones estructurales (juanetes, dedos en garra…), el estado de la piel y anejos (presencia de durezas, hongos, uñas incarnadas…) y el estado de salud general del paciente, sobre todo el control de la glucemia.

Así, dependiendo del problema del paciente, puede instaurar diferentes tratamientos como quiropodias periódicas, protectores a medida para los dedos, ortesis plantares a medida, descargas temporales de la zona afectada  e incluso tratamientos farmacológicos y/o quirúrgicos.

Además, también hay una serie de medidas que podemos seguir nosotros para prevenirlo.

Revisar los pies a diario

Aunque no sintamos dolor, revisar los pies cada día nos permitirá encontrar cualquier lesión antes de que se agrave. Una buena rutina es revisar los pies todas las noches cuando nos descalzamos. Para hacerlo, debemos revisar todas las zonas del pie, también entre los dedos. Si nos resulta complicado por problemas de movilidad o visión, podemos pedir ayuda a alguien o utilizar un espejo. Debemos prestar atención a cortaduras, llagas, manchas rojas, ampollas con líquido, uñas encarnadas que crecen enterradas en la piel, callos o zonas endurecidas por el roce, verrugas en la planta de los pies, pie de atleta o áreas calientes, que pueden ser señal de que estamos empezando a desarrollar una ampolla.

Para tratar las ampollas, cortaduras y llagas, lo mejor es cubrirlas con una venda.. Nunca debemos cortar los callos ni utilizar productos sin receta podológica porque pueden provocarnos quemaduras, heridas o infecciones.

También es recomendable hidratar los pies con cremas hidratantes con urea o ácido láctico, masajeando con una capa fina desde la planta del pie hasta la rodilla y nunca aplicarla entre los dedos. No utilizar polvos, talco o aerosoles.

Cortar las uñas rectas

Debemos cortar las uñas de los pies cuando sea necesario. Lo más recomendable es hacerlo despues de la ducha y con los pies secos, que es cuando las uñas están más blandas. Los cortes deben ser en línea recta con un cortauñas o unas tijeras de punta roma y siempre debemos dejar que sobresalga al menos 1mm. No debemos cortar las esquinas de las uñas, sino limarlas de manera suave con una lima de uñas o de cartón. Así evitaremos las uñas encarnadas. En el caso de uñas complicadas, problemas de visión o de movilidad que nos impidan llegar correctamente es mejor acudir a un podólogo.

Usar siempre zapatos y calcetines

No debemos caminar descalzos o solo en calcetines, ni siquiera en casa. Podríamos pisar algo y lastimarnos, aunque no nos demos cuenta al no sentir dolor. Debemos comprobar que el zapato no tiene objetos o piedras dentro antes de calzarnos. Y siempre debemos hacerlo con calcetines, preferentemente de algodón, para evitar ampollas o llagas. Es preferible usar calcetines limpios, ligeramente acolchados, sin costuras, ligas ni elásticos apretados, ya que eso dificultaría la circulación sanguínea.

Los zapatos deben ser cómodos desde el momento que los compramos. Y utilizarlos poco a poco, primero en casa durante ratos breves y aumentar el tiempo de manera progresiva. El mejor calzado será transpirable, ligero, flexible, con suela antideslizante y no muy gruesa y con tacón de menos de 3 cm. No es recomendable utilizar calzados de plástico, que no permiten respirar al pie, ni tampoco sandalias, que no protegen los dedos ni el talón. Debemos mantener nuestro zapatos secos y aireados y cambiar los calcetines cada día.

Protegernos del calor y del frío

Si tenemos problemas de sensibilidad en los pies causados por la diabetes, debemos tomar medidas para evitar quemarnos sin darnos cuenta. En la playa debemos usar zapatos y protector solar en la parte superior de los pies para evitar quemaduras. En invierno, no debemos utilizar botellas de agua caliente en los pies si tenemos frío para dormir, lo mejor es utilizar calcetines de lana que no aprienten. Tampoco debemos acercar los pies a radiadores u hogueras.

Favorecer el flujo sanguíneo en los pies

Existen varios hábitos que ayudan a mantener la circulación sanguínea en los pies.

  • Poner los pies en alto cuando estamos sentados
  • Ejercitar los dedos de los pies unos minutos cada día
  • Evitar calcetines apretados y bandas elásticas
  • Hacer actividad física que no esfuerce en exceso los pies como caminar, nadar o practicar yoga.
  • No fumar ni beber alcohol.

Hacer un examen completo una vez al año

Aunque pensemos que no tenemos nada malo en los pies, es recomendable someterse como mínimo a un examen de los pies al año en el podólogo. Por supuesto, acudiremos a que nos examinen los pies si vemos cambios en la forma del pie, perdemos sensibilidad o si tenemos alguna dureza, callos o heridas.

Junto con las acciones individuales de cuidado del pie, para reducir el riesgo de complicaciones, debe ser el podólogo el que trate nuestros pies, desde el diagnóstico de patologías, hasta la eliminación de callosidades así, siguiendo sus indicaciones y aunque tengamos diabetes, será más fácil mantener nuestros pies sanos.