Heloma digital

Aunque se trate de unas de las dolencias podológicas más comunes, no todo el mundo sabe que es exactamente un heloma y las circunstancias que lo propician.
Ahora bien, el heloma (denominado vulgarmente ojo de gallo u ojo de pez), es un callo, muy doloroso, que se forma entre o sobre los dedos de los pies. El hecho de que se ocasione de dentro hacia fuera, con motivo de la fricción entre los huesos de ambos dedos o con el calzado provoca un dolor muy agudo y limitante.
Dependiendo de su naturaleza y de las circunstancias que llevan a cabo a su aparición, encontramos dos tipos de helomas. El heloma duro, que suele aparecer en la cara lateral del quinto dedo del pie y en el dorso de los dedos menores, donde se aprecia una acumulación evidente de piel queratósica (“dureza”). Esta dolencia surge en el dedo meñique, ya que, es el punto que sufre la máxima presión de la curvatura del borde externo del zapato, en en el dorso de los otros dedos por el roce contra la pala del calzado. En el caso del heloma interdigital blando, aparece frecuentemente entre el cuarto y el quinto dedo, debido a una maceración del tejido.
Hay diversas causas que explican la aparición de estas molestas deformidades entre las que destacamos la presencia de osteofitos – prominencias óseas que se desarrollan en los bordes de los huesos, generalmente, cuando hay una unión, esto se debe la un desgaste de los huesos con el tiempo o por un uso habitual de un calzado estrecho, especialmente en la puntera, que somete al pie a una fuerte presión.
De este modo, tanto como medida de prevención ante este tipo de dolencias como para paliar su sintomatología, es recomendado usar un calzado que sujete el pie pero que no llegue a oprimir, por eso, no debemos usar un calzado que sea más estrecho que nuestro pie. Además, hay que prestar especial atención a esto en el ‘entre-tiempo’, cuando se sigue usando calzado de invierno, pero, las altas temperaturas conllevan a una hinchazón de los pies, que pueden generar estas dolencias.
En ocasiones, para eliminar estas molestias es necesario recurrir a la cirugía. En cualquiera, caso, antes de alcanzar esta situación hay que profundizar en cuál es la patología subyacente que produjo dicha dolencia. Esta cirugía se puede llevar a cabo de forma mediante la técnica de campo abierto o mediante cirugía de mínima incisión. En cualquiera de las opciones, se tratan de operaciones muy sencillas, realizadas mediante anestesia local donde el paciente verá resuelto definitivamente su problema sin la necesidad de sufrir una larga o molesta etapa post operatoria – de hecho, el paciente sale caminando por su propio pie.
No obstante, en numerosas ocasiones no es necesario llegar hasta este punto. A veces, el mejor tratamiento no es más que una buena prevención y cuidado. La realización de quiropodias periódicamente, colaborará a la reducción de la acumulación queratósica. También se pueden hacer ortesis de silicona – son moldes hechos con elastómeros que el podólogo confecciona la medida en el pie de cada paciente, su objetivo es corregir y proteger los dedos de los pies o bien compensar la ausencia de alguno de ellos, intentando ocupar un mínimo espacio dentro del calzado para evitar el roce de una prominencia ósea. Si existe inflamación que empeore el cuadro, puede ser necesario un tratamiento antiinflamatorio, ya sea farmacológico o físico. Por otra parte, para aumentar la efectividad de estos tratamientos es necesario optar por un calzado ancho o con buena sujeción y de material flexible, que no comprima nen roce los dedos»
Aunque es un problema bastante común, no afecta a todo el mundo por igual o, cuanto menos, con la misma frecuencia. Las mujeres son más dadas a sufrir esta dolencia por una sencilla razón: son las usuarias por excelencia de un calzado más estrecho, rígido y de tacón. También hay otra serie de colectivos más propensos a tener estas dolencias, como bien pueden ser todas aquellas personas con deformidades en los dedos, con un pie ancho (lo que genera la presión a la hora de calzarse) o con artritis, artrosis o los tan conocidos ‘ juanetes’.
A priori, puede parecer solo un problema incómodo pero puede acarrear importantes consecuencias. Por ejemplo, a veces en lugar de llegar a formarse un callo, la piel se rompe provocando una ulceración sobre la prominencia ósea. A mayores, la piel al estar inflamada y erosionada es más propicia a sufrir infecciones por bacterias o hongos. Esta molestia puede llegar a ser muy persistente como para generar dolor al caminar e incluso provocar problemas más graves, sobre todo en pacientes de riesgo como los diabéticos o las personas con mala circulación.
A La hora de analizar esta dolencia, suele ser un proceso bastante simple. El paciente acude al especialista por mor del dolor o del bulto, y normalmente, tras un examen visual el podólogo ya es capaz de identificar el heloma. En cualquiera caso, a menudo es necesaria la realización de una radiografía para saber una serie de detalles de cara al tratamiento adecuado para el paciente.
Aunque los helomas sean problemas con fácil – y casi indolora – solución, es un mal trago que nos podemos ahorrar simplemente prestando especial atención a nuestros pies y acudiendo al podólogo periódicamente. ¡Una buena prevención siempre será el mejor remedio!