El calzado más adecuado: cada edad tiene sus propias exigencias

La salud de nuestros pies comienza y se mantiene con pequeños gestos que, a pesar de su sencillez, marcan una gran diferencia. A pesar de que muchas veces compramos calzado solo considerando aspectos estéticos y descuidados los biomecánicos, es decir, sobre como este puede afectar a nuestra pisada, debemos ter presente que algo tan elemental como su elección es determinante para unas buenas condiciones tanto de nuestros pies como de nuestro cuerpo en general.

Para que un calzado sea catalogado como óptimo, debe cumplir una serie de requisitos, independientemente de la edad o las condiciones de cada persona. Por un lado, debe proteger nuestras extremidades de ambientes urbanos agresivos, proporcionar confort térmico y mecánico, además de complementar al pie en su función, sin provocar lesiones o daños. Así mismo, a esto hay que sumarle que desde entidades, como el Instituto de Biomecánica de Valencia (2002), se señala que las propiedades positivas de estos elementos dependerán de factores como: 

  • Factores intrínsecos. Dentro de estos se encuentran aspectos como la adaptación a la forma del pie e a sus movimientos para que no dificulte la marcha; capacidad de amortiguación de los impactos que se generan al caminar; y distribución adecuada de las presiones para evitar puntos dolorosos o presiones continuadas.
  • Factores extrínsecos como puede ser el interior bien acabado para prevenir problemas en la piel, buena capacidad de transpiración y confort térmico y capacidad de agarre al suelo para evitar deslizamientos o caídas.

Cuando nos dirigimos a comprar un par de zapatos nuevos, hay que analizar aspectos como la talla, el corte y la suela. En primer lugar, se debe comprobar el largo y el ancho de la pieza. En el primer caso, se debe dejar un espacio entre el dedo más largo (que no tiene por qué ser el gordo) y la puntera de aproximadamente un centímetros. En el segundo, no puede quedar ni muy apretado, pues puede ocasionar rozaduras o molestias, ni muy flojo, ya que esto provoca que se intente sujetar el calzado con el pie, flexionando los dedos y agravando ciertas patologías de los dígitos. Otros factores que se deben tener presentes son, por ejemplo, que la zona más ancha del pie debe coincidir con la del zapato, o que el dedo meñique no debe quedar oprimido y el talón debe estar bien situado, evitando que resbale hacia delante. Para valorar la talla que necesitamos, lo mejor es probarlo a última hora de la tarde, ya que el pie está más distendido e hinchado, de llevar todo el día deambulando.

Sin embargo, no solo se debe tener en cuenta el tamaño, sino que el corte y la suela tendrán también su influencia. Así pues, se asegurará de que es flexible, ya que así se facilitará la impulsión durante la marcha y disminuirá la fatiga y el riesgo de rozaduras en el talón. Además, deberá ir cerrado sobre el empeine y también por detrás.

A pesar de que lo dicho anteriormente es aplicable a cualquier franja de edad, los pies de niños y ancianos tiene sus propias particularidades. En este sentido, el calzado llega a ser de vital importancia para favorecer el correcto desarrollo de los pies de los niños, sus habilidades motoras, por lo que es esencial saber descartar el calzado inadecuado.

El pie de un niño es distinto frente a un pie adulto, puesto que se está formando. Por esto, hai que prestar especial atención al crecimiento del pie y variar de maneira acorde a la talla, ya que un zapato pequeño puede favorecer la aparición de deformidades. Así, por ejemplo, en los primeros años de vida (hasta los 18 meses), aún no ha comenzado a andar y su pie sirve para explorar el entorno, por lo que en este período, el calzado solo está destinado a la protección frente a factores térmicos y golpes. Se debe utilizar un calzado muy blando, sin suela, o incluso calcetines específicos o, si el tiempo lo permite, dejarlo descalzo. En la etapa de adquisición de la marcha, que va desde el año y medio hasta los tres, el niño comienza a andar de forma irregular, por lo que las caídas son habituales. En este período, el calzado debe garantizar que el niño es quien de sentir el terreno para favorecer el buen desarrollo del sistema nervioso y mejorar el equilibrio. Los materiales del calzado tienen que continuar siendo blandos, pero contar ya con una suela fina y algún sistema de sujección al pie. De los 4 a los 7 años, comienza a andar de modo independiente hasta que alcanza el patrón de marcha adulta, por lo que se debe contar con zapatos que protejan el pie frente a posibles lesiones. A partir de aquí, el zapato ya es más parecido al de un adulto, teniendo en cuenta que la fuerza que un niño hace es mucho menor, por lo que el zapato debe permitir fácilmente la flexión en la zona de los dedos, para favorecer la marcha correcta. Por último, de los 7 a los 14 años, se intensifica la actividad deportiva y comienza a tener sentido la utilización de calzado deportivo.

De hecho, debido a las mencionadas variaciones del pie, la frecuencia recomendada de cambio y/o revisión del calzado es cada pocos meses. Hasta el año y medio, será cada dos meses; del año y medio hasta los dos años y medio, cada tres; hasta los cuatro, cada cuatro meses; de los cuatro a los seis, cada seis meses; de los seis a los nueve, cada 3-4 meses, pues es la etapa en la que más rápido crecen; y ya, de los 10 a los 20 años, dependerá del niño, pero se estima que entre 4 y 6 meses.

A la hora de escogerlo, en el caso de los niños, el aspecto más importante va a ser la talla y, para escogerla, se debe tener en cuenta tanto la longitud como la anchura de la extremidad. Por eso, el niño deberá probar el calzado con calcetines que use habitualmente y en los dos pies, ya que no son exactamente iguales. Otra manera de comprobar su adecuación es dibujar sobre un papel la silueta del pie (cargando el peso en él), recortar la forma e introducirla en el zapato o, al menos, comprobar que la forma coincide con el tamaño de la suela. Ahora bien, hay que tener en cuenta para saber si la talla escogida es la correcta, en el caso de los bebés debe quedar a una distancia de 10 milímetros entre el dedo gordo y la puntera del zapato. En el caso de los niños más grandes, esta distancia aumentará en 5 milímetros, hasta 15 (como en los adultos). Así mismo, si el talón se sale al andar o los dedos tocan la parte de arriba de la puntera, son indicadores de que no es el calzado adecuado.

La selección del calzado en ancianos irá orientado a mantener la función del pie y proteger a los mayores de posibles accidentes, por lo que un zapato seguro, que no provoque caídas con facilidad, es uno de los principales objetivos. Sin embargo, esta seguridad no se relaciona solo con caídas, sino también frente a lesiones en la piel o úlceras por exceso de presión en la planta del pie o roces en los laterales o en la parte superior de los dedos, sobre todo si están deformados en garra o martillo.

En este período vital, la persona disminuye la longitud del paso y la hace más variable. Disminuye también su velocidad y cadencia, aumentando la anchura de apoyo y el tiempo en el que ambos pies están apoyados sobre el suelo. Todos estos cambios tienen como fin mantener el equilibrio, ya que con la edad también se produce una pérdida de la estabilidad. A esto, hay que sumarle que también se suelen encontrar afecciones en la piel y deformidades o alteraciones en la estructura del pie como pueden ser los juanetes. Se buscará, pues, un calzado que evite deslizamientos y caídas, y que además tenga amortiguación, por lo que la suela de este deberá ser lo suficientemente gruesa (entre los 7 y los 15 milímetros) para, de esta manera, contar con una base estable. Por otro lado, los materiales ligeramente elásticos, en la zona de los dedos, se adaptarán mejor a posibles deformidades de estos.

Por otro lado, a la hora de hablar del corte y suela en calzado de ancianos, estos deben ser más flexibles que para un adulto, por ejemplo. Esto se debe a que tienen una menor capacidad muscular, por lo que también debe ser ligero para evitar la fatiga. Además de las indicaciones que se siguen para seleccionar el calzado en cualquier otro tipo de pie, se debe tener en cuenta factores como la capacidad para calzarse, las posibles deformaciones en los pies y la existencia de puntos dolorosos.

Siguiendo estos puntos, se puede escoger un calzado correcto de forma general, pero si todavía tienes dudas o quieres consejos más específicos por la forma de tu pie o tu actividad, consulta con tu podólogo.

Bibliografía:

  • El pie calzado. Guía para el asesoramiento en la selección del calzado infantil (2002). Instituto de Biomecánica de Valencia. 
  • El pie calzado. Guía para el asesoramiento en la selección del calzado para personas mayores (2002). Instituto de Biomecánica de Valencia. 
  • El pie calzado. Guía para el asesoramiento en la selección del calzado saludable (2002). Instituto de Biomecánica de Valencia.
  • La importancia de la elección de la talla correcta en el calzado infantil. Instituto Valenciano del Pie.

Un comentario

  • Un artículo genial para ser conscientes de la importancia de nuestro calzado para la salud de nuestros pies. Gracias por tu trabajo, no dudaré en recomendarlo.