Bebés descalzos, ¿una buena opción?

La acción de calzarnos es una rutina más en nuestro día a día, un hábito tan cotidiano que lo hemos extendido también a los más pequeños de la casa. Hoy en día tendemos a calzar a los bebés a edades muy tempranas, antes de gatear o caminar, e incluso se comercializan zapatos denominados para preandantes y para gateo. Desde hace unos años, sin embargo, los especialistas recomiendan dejar descalzos los pies de los bebés, evitando también los calcetines o similares. Sobre esto, uno de los estudios con mayor repercusión, «Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes» (Gentil García, 2007), explica que el uso de calzado preandante o de gateo no tiene justificación alguna, ya que impide que los pies de los bebés reciban multitud de sensaciones y les añade un peso excesivo.

La evolución neurológica de las personas empieza ya durante el embarazo, concretamente en la semana 15, en una etapa que se extiende hasta los 18 meses de vida, y que supone el momento de mayores cambios en neurología evolutiva del bebé (Pikler, 1969). Más adelante, a los siete meses de gestación, comienza la mielinización, un proceso mediante el que se protegen ciertas partes de las neuronas cerebrales, y que continúa hasta los diez años de vida del niño. Este paso va a ser esencial para el desarrollo del bebé, pues influirá en la buena circulación de los estímulos nerviosos que envíe su cerebro, como los que generen el movimiento de sus pies, por ejemplo.

Durante sus primeros meses de vida los bebés utilizan los pies para reconocer objetos e informarse del mundo exterior, tocando con ellos todo aquello que esté a su alcance, manipulándolo con sus extremidades y acercándolo a la boca. A los tres meses comienzan a percibir su propio cuerpo, se miran las manos y utilizan su cuerpo como un primer elemento de exploración, favoreciendo así su desarrollo cognitivo.

Asimismo, hasta los ocho o nueve meses los pies tienen una sensibilidad táctil exteroreceptiva mayor que las manos y, aunque a partir de este período pierden de forma progresiva este tipo de sensibilidad, comienzan a desarrollar la propiocepción, es decir, el bebé empieza a ser consciente de las partes de su cuerpo. Es más, dejar sus pies desnudos para que pueda cogerlos con sus propias manos le produce nuevas sensaciones y experiencias que favorecen, en consecuencia, un progreso cognitivo mayor.

Con todo, antes de dar sus primeros pasos el bebé necesitará la información que reciben la planta del pie y las articulaciones para coordinar sus movimientos y conseguir el equilibrio. Respecto a esto, Piaget (1969) otorgó al movimiento un papel primordial en el desarrollo intelectual de las personas durante la primera infancia, algo que también resaltó Pikler, quien añadió que no debemos obstaculizar su desarrollo motor, sino proporcionarle situaciones idóneas para que pueda moverse.

Llegados a este punto, podríamos afirmar que reprimir la sensibilidad táctil de los bebés calzándolos es un error. Ellos mismos utilizan el acto de descalzarse en cuanto pueden como método de autodefensa, un gesto que podría tener mucho más significado del que hasta hace poco creíamos. Deberíamos, entonces, estimular a los bebés para que disfruten de su cuerpo y de la motricidad manteniendo sus pies desnudos.

Por último, es importante recordar que la podología infantil no se limita únicamente a la corrección de deformidades o alteraciones en los pies de los niños, por lo que se recomienda la visita desde muy pequeños a consultas podológicas para prevenir y tratar a tiempo las posibles afecciones que puedan desarrollar durante el período de crecimiento.

2 comentarios

  • Muy util y educativo el articulo

  • Me parece muy interesante y la naturaleza es sabia, pues todos los bebes su tendencia es la de estar descalzos y si les pones un calcetin, normalmente se lo quitan y más un zapato.